“Si te caes siete veces, levántate ocho”
Proverbio Chino.
Durante más de diez años me he dedicado a estudiar a dos tipos de personas. En primer lugar, las personas más felices y optimistas, estas personas que cuando las ves, las oyes y estás un rato con ellas dices, ¡NO SÉ QUE ES LO QUE TE HAS TOMADO, PERO YO QUIERO UN POCO DE ESO¡ Ese tipo de personas con las que después de relacionarte con ellas sales inspirado, recargado, lleno de energía y esperanza y, aunque tienen problemas y retos como la mayoría del resto de los mortales, su actitud y su manera de lidiar con sus problemas y con la vida en general, son una palanca de motivación e inspiración para la mayoría de nosotros.
En segundo lugar, las personas más resilientes, es decir, esas personas que, a pesar de vivir situaciones complicadas o traumas emocionales muy duros, son capaces no solo de volverse a levantar, sino de extraer un beneficio y un aprendizaje de esas vivencias, experimentando lo que en psicología se conoce como crecimiento postraumático. Son personas que ante las dificultades de la vida no tiran la toalla y se crecen ante la adversidad, retándose a ellas mismas para evolucionar como personas.
Una de las grandes conclusiones a las que he llegado es que, sin duda, optimismo y resiliencia y resiliencia y optimismo, son las dos caras de una misma moneda y que, felicidad y resiliencia van de la mano.
Para ejemplificar esto, déjame que te comparta un estudio muy interesante que se realizó con los nadadores de la selección americana. En este estudio, se seleccionaron a los nadadores más optimistas y a los más pesimistas para hacer el siguiente experimento: Después de realizar una prueba de natación, se le pidió al entrenador que mintiera sobre los resultados a los nadadores, de modo que todos recibieron un peor resultado del que realmente habían hecho para, después de dejarles unos minutos de descanso, darles la oportunidad de volver a realizar la prueba. Después de realizar la prueba por segunda vez, el resultado fue que los nadadores optimistas mejoraron su tiempo “El real” de la prueba anterior, mientras que los más pesimistas lo empeoraron.
De este estudio podemos extraer varias reflexiones. La primera de ellas es que ninguno de los nadadores, ya fueran más pesimistas u optimistas negaron la realidad, en este caso, el supuesto resultado que les habían dado, y es que muchas veces se suele tildar a las personas optimistas como que son ilusos o que de alguna manera niegan los problemas y, como refleja este estudio, esto no es realmente así. Por otro lado, vemos que la gran diferencia es que los más pesimistas tiraron la toalla y no pusieron énfasis en superar su supuesta marca o limitación, mientras que los optimistas no solo creyeron en la posibilidad, sino que además se esforzaron para dar todavía más de los que habían dado, dejando patente que resiliencia, superación y optimismo están estrechamente ligados.
Pero, aunque pudiéramos pensar que el optimismo y la resiliencia son actitudes y recursos internos verdaderamente valiosos para disfrutar de una vida más plena y feliz, queda una cuestión importante por resolver ¿Se puede aprender a ser más resiliente y optimista?
La respuesta a esta pregunta es que en efecto uno puede, si quiere, ser más optimista y más resiliente y, en este sentido, hay dos características clave para realizar este proceso que son, por un lado, la motivación, es decir, querer hacerlo y, por otro lado, compromiso para cambiar y entrenar ciertos hábitos mentales, emocionales y comportamentales para que esto suceda.
“No te tomes la vida demasiado en serio, nunca saldrás vivo de ella”
Elbert Hubbard.
Uno de los grandes referentes en el tema de la resiliencia en España es el experto en humanización de la salud, duelo y bioética José Carlos Bermejo, reconocido profesor y escritor en temas relacionados con la muerte y el acompañamiento en procesos de duelo.
Según él, existen cuatro factores clave para la resiliencia y como veremos, también están relacionados con el optimismo, y son los siguientes:
- Cambio de la historia personal. El primer factor tiene que ver con cómo nos contamos lo que nos pasa, y es que una cosa son los hechos que vivimos y otra muy diferente como nos contamos esos hechos. En este sentido entrenar una actitud resiliente y optimista tiene que ver con contarnos lo que nos pasa de una forma amable y compasiva, poniendo el foco en lo que depende de nosotros al 100%, y no prestar tanta atención a aquello que no depende de nosotros. Supone una mentalidad de responsabilidad ante la vida y no de victimismo, de ser co – creadores y no simples observadores y marionetas del destino, y de decidir a qué le doy importancia y de qué manera quiero posicionarme ante la vida, como capitán de mi destino o como una bolla que flota a la deriva y a merced de las circunstancias.
Para expresar el poder y la contundencia que supone como nos contamos lo que nos sucede y a que le prestamos atención, te comparto a modo de ejemplo dos frases que lo expresan de manera perfecta.
- “Para aquel que busca ofensas, nunca le faltarán oportunidades” Wayne Dyer.
- “Quien quiere cantar, siempre encuentra una canción” Proverbio Sueco.
- Saber tomar perspectiva. Una de las mayores expertas en el estudio de las emociones positivas es la doctora Barbara Fredickson quien, entre otras cosas, ha estudiado la influencia y el impacto de las emociones positivas y su relación con la resiliencia. De sus estudios ha podido constatar que uno de los ingredientes clave que tienen las personas más resilientes es que experimentan en promedio más emociones positivas y esto, permite tener una visión más amplia de los problemas y nos conecta con estados de mayor creatividad e innovación, ayudándonos a buscar soluciones alternativas a los retos que enfrentamos.
- Sentido del humor. Unido a lo anterior, la risa y el sentido del humor es uno de los grandes antídotos y recursos con el que la sabiduría de la vida nos dota desde que nacemos, y es que la risa es un recurso maravilloso no solo para nuestro bienestar y equilibrio emocional, sino que además, reduce los niveles de estrés, la ansiedad y la depresión entre otros efectos positivos.
- Esperanza. En cuarto y último lugar, la esperanza, pero no una esperanza naive de que todo va a ir como uno quiere, sino la esperanza de que, aunque en la vida hay momentos duros también hay innumerables momentos maravillosos y mágicos que nos esperan y merecen la pena ser vividos y, por otro lado, la esperanza de que de alguna manera, seremos capaces de resolver los problemas que nos vayamos encontrando, porque tenemos la fe de confiar en nuestros propios recursos internos para ir transitando cada caída y cada golpe que nos trae la vida.
Así que como ves, estos cuatro factores están al alcance de todos para poder cultivarlos y, como te comentaba más arriba, la clave más importante es tener la motivación (Querer) y el compromiso (Ponernos a ello) ¿Te apetece?