La palabra jugar viene del latín “Iocari” y viene a significar “Hacer algo con alegría”
En realidad, es muy fácil ver como esta actitud se despliega de forma natural en los niños, grandes maestros en el arte de vivir (Y todos hemos sido niños).
Eduardo Galeano lo expresó de manera preciosa cuando decía que el pájaro canta sin saber que canta y el niño juega sin saber que juega, refiriéndose a la magia de conectar con lo que estamos haciendo por el valor intrínseco que esto tiene.
Sin embargo, mientras más adultos nos hacemos, parece que lo más importante sea el beneficio posterior o la ganancia a la que nos llevará tal o cual cosa, hasta el punto de que en los talleres que realizo de reconexión con el juego y la risa profunda, me encuentro a muchas personas que están constantemente pensando en el resultado y les cuesta mucho reaprender el hecho de hacer algo por el placer del proceso, de la experiencia y del disfrute.
Decía George Bernard Shaw que en realidad no dejamos de jugar porque nos hacemos mayores, sino que nos hacemos mayores porque dejamos de jugar.
En su libro El juego interior del tenis, su autor nos muestra como son diferentes las motivaciones que nos llevan a participar en algún tipo de juego y como, las que más nos ayudan a dar lo mejor de nosotros, paradójicamente no están ligadas tanto a un resultado final como puede ser la excelencia, la imagen personal o la posición social, sino que están ligadas a motivaciones como la diversión y el aprendizaje.
Sin duda, tanto jugar como reír son dos verbos para tomarse muy en serio, dos afinadores emocionales que nos permiten poner en coherencia nuestro sentir, pensar y actuar en el ahora, y que nos permiten de esta manera, dar nuestro mejor sonido.
¿Cuáles son tus juegos preferidos? Te leo ; )